
A grandes rasgos, la historia se centra en Jamal, Salim y Latika, un par de hermanos y una niña, cuya vida se desarrolla en los barrios pobres de la ciudad de Mumbai (antiguamente conocida como Bombay), y cuya relación va cambiando a medida que la India se transforma económicamente de un país sumido en la miseria a una de las más prominentes “economías emergentes” del siglo XXI, en las cuáles, el desarrollo de software, y el sector servicios se vuelven los elementos constitutivos de la estructura económica. De correr entre la basura, y mendigar profesionalmente por las calles de Mumbai, los niños de pronto se encuentran, ya en su juventud, inmersos en una ciudad que erige un gran distrito financiero y departamentos de lujo, en donde antes solo abundaba la basura y la porquería. Es en este contexto donde surge la parte nodal de la trama, en la cual una historia de amor cobra vida cuando Jamal, uno de los hermanos decide participar en la versión india del concurso inglés de nombre “Who Wants To Be A Millionare” (en el cual a los participantes les son hechas una serie de preguntas atípicas con el fin de obtener como premio final algunos millones de rupias), con el simple propósito de recuperar a Latika, su amor de la niñez, a quien ha estado buscando por todo Mumbai después de haberla perdido tratando de huir de un explotador infantil. Jamal, al estar sentado frente al arrogante presentador del show y a medida que avanza este, se topa con que casualmente sabe cada una de las respuestas de las preguntas que le son hechas. Esta casualidad es presentada en el celuloide mediante flashbacks de su niñez, que hacen recordar a Jamal situaciones en las cuales se esclarece el porque de lo acertado de las respuestas. Al final, y después de un intrincado desenlace, se resuelve la historia a favor del principal, y al más puro estilo de los filmes de Bollywood, con todo el elenco de la película bailando al compás del bhangra, son exhibidos los créditos finales. (Bollywood es como se le conoce a la industria cinematográfica de la India, que dicho esta de paso decir, es la industria cinematográfica que más películas produce por año).
Más allá de la historia, de los valores que esta aporta y del valor cinematográfico de la misma, “Slumdog Millionaire” (“Quisiera Ser Millonario”, o “De Pobre A Millonario” como los excelsos traductores de películas en México le han puesto, pero que cuya correcta, o más adecuada traducción seria algo así como: “Paupérrimo” Millonario) representa así la posible culminación cinematográfica para una industria que lleva años y años haciendo películas. Si bien esta entrega fílmica no es completamente de extracción india, ya que el director principal es británico (muy a pesar de una gran mayoría de gente en la India que ha repudiado el filme acusándolo de tendencioso), además de que es apoyada por dos estudios norteamericanos (es por eso que entro a competir por el oscar), puede decirse que la inspiración es el propio cine indio y su escala de valores éticos y morales (el héroe del barrio, gangsters de ghetto, y la conquista amorosa de una doncella), además de que el 80% de la historia esta hablada en hindi, y más aún, el 100% de actores, camarógrafos, editores, y mezcladores de audio provienen de Bollywood.
El triunfo de esta película es un caso extraordinario sobre todo de acuerdo al contexto de películas contra las cuales le toco competir. La gran rival, por decirlo así, era la que todo mundo pensó, sería la gran ganadora: “The Curious Case Of Benjamin Button” (14 nominaciones), protagonizada por Brad Pitt, con millones de dólares gastados en efectos digitales, y con una historia de esas que solo Hollywood sabe hacer; Una apasionada trama de amor, escenografías y locaciones que tras el espejo muestran y hacen remembranza histórica del ascenso de Estados Unidos como potencia mundial, una “lección de vida y de valores” a través de un personaje “curioso” que intenta tocar el corazón del espectador, y una duración de casi 3 horas que recuerda otros capítulos épicos del celuloide estadounidense como “Forrest Gump”. Es decir, y tal y como lo auguraron nuestros “críticos” de cine y algunos otros tantos, con todos los elementos necesarios para otra noche épica estilo Titanic. Esta vez, no fue así. El que “Slumdog Millionaire” haya arrasado con las nominaciones resulta algo que, al menos en mi memoria, no había ocurrido en los Oscares. Nunca antes una película de un país del capitalismo no-desarrollado había arrasado de tal forma una entrega de premios en el Mainstream. Nunca. Y más aun, con una historia bien contada, sencilla, y con un presupuesto que no tiene números Hollywood: Solo 15 millones de dólares (solo para darse una idea, “Titanic” costó alrededor de 200 millones de dólares, y su competidora más cercana, “The Curious Case Of Benjamin Button” costó 160 millones). El resultado es impactante si tomamos en cuenta estas cifras, y más aún, si tomamos en cuenta que en términos de negocios, en Hollywood 160 millones de dólares son cifra “le-apuesto-al-oscar”; de manera que, perder contra una película de presupuesto 10 veces menor, no puede representar otra cosa más que: ¿Malos Negocios? (“The Curious Case Of Benjamin Button” solo obtuvo 3 estatuillas, y solo las referentes a aspectos técnicos). Solo para rematar y para dejar pensando: con un presupuesto de 15 millones de dólares, “Slumdog Millionaire”, ya ha rebasado el billón en ganancias recaudadas más lo que falta: ¿Buenos Negocios?
Con esta premiación, quizá sea esta una lección que le dio la propia academia a su millonaria industria de que el buen cine (y las buenas ganancias) se pueden hacer no siempre con tantos recursos tanto técnicos (a comparación de la intrincada tecnología que se utilizó en “The Curious Case Of Benjamin Button” para hacer lucir a Brad Pitt como un anciano de cuerpo pequeño, algunas tomas de “Slumdog Millionaire” fueron hechas con cámaras digitales) como dinerarios. Quizá también, quepa plantear que dentro de los Estados Unidos, y a raíz de toda esta debacle económica y moral que están sufriendo, se están planteando que no solo ellos merecen reconocimientos cinematográficos, que no solo ellos hacen “el cine”, y que no solo ellos son la potencia cinematográfica. Podrán los oscares seguir siendo una oda al imperialismo norteamericano, pero solo esta vez, solo esta vez, (y esperemos que otras tantas más), se logró mostrar que dentro de los propios limites del imperio, también se saben reconocer historias sencillas, bien contadas, honestas, y que hasta generan dinero… (Después de todo, la ganancia es el motor de este sistema). Por “honesto” y “bien contado” como elementos de una buena historia, no me refiero al extremismo de la exquisitez de algunos tantos que consideran “el buen cine”, a aquel de autor, a aquel que se hace con migas de presupuesto y con fines única y exclusivamente artísticos, claro, ese también es buen cine, pero esa es harina de otro costal, y eso nos lleva a otro debate que nada tiene que ver con los oscares puesto que no forma parte de su dinámica. Este reconocimiento a las buenas historias, al cine no pretencioso, a los productos de calidad y honestos, no es la primera vez que sucede en los oscares, tampoco podemos caer en el extremismo y decir que en estos solo se premian porquerías y que el único motivo de su existencia es ganar dinero; Tenemos dignos ejemplos como “Citizen Kane”, “Apocalypse Now”, “The Godfather”, entre muchas otras, la realidad es mas compleja de lo que aparenta. La valía, lo digno, y hasta lo curioso de ver en esta ocasión es que en esa lista de “mejores”, la academia, y por consecuencia el imperio, de pronto se acordaron de que en un lugar lejano, y raro, también hay candidatos para llenar “su lista”…Discutible o no, esta vez fue Bollywood y no Hollywood. Sin duda, algo esta cambiando en el Mainstream…