jueves, 20 de noviembre de 2008

El Monstruo, la Creación de la Modernidad


“Cualquier cosa que no sea Bush es mejor, cualquier cosa que no sea el PRI es mejor”, así en el imaginario de muchos dichas frases tienen sentido. Algunos otros molestos enuncian que es una tontería plantear dichas frases a modo de afirmación. A otro sector le incomoda el que la gente tenga esperanza, manifiestan un “dejemos que la gente guarde su ridícula esperanza de que las cosas cambien”.

¿Pero qué hay en todo esto?

Es esencialmente descontento por un orden de cosas, por la realidad que se vive cotidianamente. Puedo pensar que en la figura de Bush y el PRI -hasta hace unos años- son la concreción simbólica de una complejidad conflictiva. Es la representación de un orden que es funcional a unos pocos y en contraparte dañina para muchos. Otros, para los cuales no resulta un problema sustancial, ambas ideas les representan una idea cuadrada y aburrida que no merece el ser discutida, mucho menos el ser explicada, en esta franja conviven desde el tipo que trabaja en un call-center hasta aquel empleado con maestría que labora para una transnacional. Y resulta fácil no discutir, ni explicar (se) una situación. Se piensa que no son sujetos autorizados a tener razón o para tener legitimidad en sus juicios, pues sobre ellos pende una autoridad mucho más poderosa y peor aun, aceptan el hecho de que no pueden agotar un fenómeno de esta naturaleza.

Para los mexicanos el PRI representaba todo aquello que estaba mal, que era impuesto, que era autoridad valorada como negativa, que sofocaba el desarrollo de muchos, que limitaba el desarrollo económico de otros en “bien de muchos” y así se castigo a un partido de Estado, a un monstruo de mil cabezas, pero sólo se corto un par de ellas, la hidra continua viva y en su lugar de residencia habitual, otras cabezas se han adaptado y reestructurado elementos de su cuerpo, esencialmente continua siendo el mismo monstruo que vive en el laberinto político-nacional y los ciudadanos, por lo menos aquellos, los que no esperan cuestionarse sobre el orden actual, viven como aquellos prisioneros en el laberinto del minotauro, sobreviviendo pacíficamente, esperando a ser devorados por la bestia. En este caso no es el minotauro es el Leviatán.

Colorido pasaje es el que les ilustro, empleo la metáfora del monstruo pues es la creación de una modernidad que seculariza a las criaturas extraordinarias que tienen un poder violento y amenazador contra los seres ordinarios, normales, morales. El que dicho partido de estado haya terminado su hegemonía tal cual la conocimos responde a una serie de momentos coyunturales en los cuales el orden de cosas llego a un limite, había que revivificar el tejido social de la republica; tenían pues que emerger viejos-nuevos actores sociales, tenían que entrar al juego de la política o “subpolitica”, un juego que resta legitimidad a la republica como cosa de todos, y dota a los interés de privados de un disfraz que pretende inmiscuirse como la voluntad general. Pero esta voluntad de todos que no es más que la suma del interés privado no es soberana, en tanto no es en beneficio de la comunidad política. Desafortunadamente eso se confunde y la ideología del lenguaje revestido del calvinismo y del lenguaje técnico y “desideologizado” en el cual vivimos es pragmática, utilitarista e instrumental. Elementos que llevo a efecto y como punta de lanza el ex-mandatario V. Fox, compadre ideológico del Tejano de New Haven más famoso de la vecina potencia norteña que se caracterizo por desquiciarnos los últimos ocho años bajo un régimen de violencia sublimada por el celuloide y encrudecida por la economía mundial.

No creo que los americanos y los sub-americanos entendidos como todos aquellos inmigrantes, tanto legales como ilegales, estén felices y tengan que exponer muchos argumentos, incluso de rigurosidad científica para tener una opinión legitima de que “cualquier cosa que no sea Bush es mejor” para ellos, no creo que el asesinato absurdo de miles de musulmanes y “heroicos” soldados protestantes y “patriotas” inmigrantes católicos, sea una realidad cómoda en la vecina nación, la más bélica del ultimo siglo. No creo que el petróleo sea tan valioso como para cometer tantas decisiones administrativas violentas y de dominación continental y transcontinental.

No hay pues que revestir de un complicado argumento científico el que cualquier cosa que no simbolice el actual estado de cosas sea pues, un argumento valido para miles de personas. Puede ser peor el personaje que venga detrás suyo, puede existir un grupo de imbéciles poderosos detrás de éstos imbéciles poderosos, pero esa no es la sustancia del argumento original. El espíritu reside en que el orden debe expresar la soberanía de aquellos que componen un Estado, pero dadas las cosas, dado el desgaste del Estado-Nacional y su capacidad de ordenamiento, el espíritu debe residir en la voluntad general, en el bien de la comunidad, en el bien humano. No en el bien de todos, el bien global de todos, entendido como el bien privado de un agregado de naciones no necesariamente aboga por el mantenimiento y la revivificación de la comunidad, de la humanidad.

La ética retocada del capitalismo neoliberal, ha perdido su Ethos, su deber ser, su hipótesis moral y racional original, ha caído en la jaula dorada, en un racionalismo instrumental y utilitarista que rompe con los valores que dice defender. La libertad y la igualdad de derechos han perdido su fundamento original.

La esperanza es por lo tanto una manifestación de la necesidad de certezas, las certezas son indispensables para la modernidad, esta modernidad, la tardía, carece de uno de sus pilares base, la certeza basada en la definición en la concreción de la cosa, de la cosa publica. La esperanza es necesaria para todo ente humano, el Eros que impulsa al id. Finalmente, si, hemos de morir todos, habrá que vivir un periodo de gracia y dignidad previo, un estado de libertad e ilustración, sino qué propósito tendría el vivir por el vivir. La esperanza no es el problema; la omisión y la mistificación, la propensión a que otros imbéciles con ánimos de lucro particular y no en beneficio de la comunidad, lleguen a tomar el control de las certezas, la definición y el orden de las cosas actuales, es lo que nos debe preocupar. Es pues, lo que nos debe interesar, pues en la ignorancia y en la omisión de los fenómenos y las situaciones no se encuentra la respuesta apática o sustancial para los argumentos “Cualquier cosa que no sea Bush es mejor, cualquier cosa que no sea el PRI es mejor”.

INKEN DEAN.

Notas Sobre las Elecciones en los Estados Unidos


Hace más de una semana, se confirmó lo que hace algunos meses parecía improbable: La elección del ciudadano Barack Hussein Obama como el presidente numero 44 de los Estados Unidos de Norteamérica. Y digo improbable por no decir imposible; ya que no solo la elección si no simplemente la postulación de un negro para tener la posibilidad de representar a la máxima figura del poder en los E.U., hace algunos años era completamente imposible. Sin duda, y aunque algunos no lo quieran reconocer, este es un suceso sin precedentes en la historia del poder en el vecino país del norte, en el que apenas hace unos 40 años, todavía se peleaba por los derechos civiles de la raza negra.

Una característica fundamental de estos comicios fue la ausencia del abstencionismo. Esta ausencia se puede entender como una respuesta política dura a una profunda crisis no solo económica, sino de gobernabilidad, de referéndum y de evaluación de los Estados Unidos como última superpotencia mundial, tanto por los propios habitantes como por los extranjeros. Los temas del calentamiento global, la crisis alimentaria, las guerras en Irak y Afganistán, los presos en Guantánamo, el miedo al terrorismo, sumados con la peor crisis financiera de los últimos tiempos, la quiebra del sector hipotecario, la quiebra de los bancos, el dólar cada vez más devaluado frente al euro, el masivo desempleo, y el nivel más bajo de popularidad de un presidente saliente, por mencionar solo algunos males, sirvieron de punta de lanza para una millonaria y bien pensada campaña electoral demócrata que con su discurso de unión, logró convencer a miles de personas de la necesidad de un viraje político, de la necesidad de un cambio. El voto mayoritario hacia el candidato demócrata, Barack Hussein Obama, del 4 de noviembre pasado se tradujo en una re-politización y revitalización de la sociedad tanto civil como política, que parecía que después del S-11, había quedado a expensas de los intereses personales de Bush, y que hoy más que nunca viene en una coyuntura importante, en la cual el sistema se quiere sacudir de sus viejos paradigmas, y quiere construir o intentar construir nuevos. En este sentido el voto a favor del partido demócrata se esparció dentro de una gama muy amplia de población, no solo negra como algunos lo creyeron erróneamente, sino también blanca (tanto inmigrantes como no inmigrantes), pero sobre todo joven. Aun así, no todo el voto fue reflejo de esta postura, todavía en varios sectores de la población, se puede entrever el desprecio por el nominado demócrata y ahora presidente electo. Analicemos más de cerca estas situaciones a la luz del comportamiento del mapa electoral en la última elección.

En el sistema electoral estadounidense a diferencia de muchos otros (como el mexicano) no se gana por mayoría de votos. El sistema estadounidense tiene como característica fundamental relativizar el voto, o mejor dicho, el peso del mismo. De esta forma, de los 51 estados, a cada uno se le asigna de acuerdo a su población, una cierta cantidad de votos electorales. Así por ejemplo, California, que es el estado más poblado, tiene derecho a 55 votos electorales, Nueva York, otro estado con similar peso de población, tiene derecho a 31 votos electorales, y Alaska, con un peso de población relativamente menor a los anteriores, solo tiene derecho a 3 votos electorales, y así sucesivamente. El total de votos electorales es de 522, es decir la suma de todos los votos electorales de los 51 estados más el distrito de Columbia (la capital), y se declara presidente electo cuando algún candidato ha alcanzado los 270 votos electorales, es decir la mayoría relativa. Quien gana en un estado, se adjudica todos los votos electorales que este otorga, no importando si en los conteos por distrito electoral (es decir, la división electoral del Estado) el partido que alcanza la mayoria la consigue por un amplio o escaso margen.

Históricamente en un sistema bipartidista como el estadounidense (demócratas-republicanos), existen estados con una fuerte tradición ya sea demócrata o republicana. Por ejemplo, Nueva York, ha sido un estado demócrata por antonomasia, y Texas, uno republicano por tradición. Sin embargo, existen los llamados estados oscilantes, es decir, estados que no tienen una clara definición partidista y que a lo largo de la historia electoral de los E.U. han inclinado la balanza hacia los republicanos o hacia los demócratas según se ha presentado la coyuntura política; ejemplos de estos estados nos lo brindan, en la costa este, estados como Florida, Carolina del Norte, Virginia, Pennsylvania y Nueva Hampshire. Winsconsin, Indiana, Michigan, Iowa y Ohio en el midwest (la zona que circunda al lago Michigan). Y Nuevo México, Colorado y Nevada, cercanos a la costa oeste. En resumidas cuentas, el partido que desencadene victorias en la mayoría de estos estados “oscilantes”, tendrá más probabilidad de ganar la elección (obviamente junto con los votos electorales de los estados en los que el partido es tradición). Ahora bien, analicemos el caso de los estados oscilantes en la pasada elección del 4 de noviembre. Del total de estados oscilantes, hay al menos 5 que fueron fundamentales en la victoria de Obama, ya que fueron los que le otorgaron mas de 80 votos electorales; Estos fueron Pennsylvania (21), Florida (27), Ohio (20), Michigan (17) y Virginia (13), la mayoría, de la costa este, y si tomamos en cuenta que del total de estados oscilantes, el demócrata Obama solamente empato en Missouri (es decir no perdió ni uno solo), podemos entonces establecer el triunfo como arrollador. Es decir, de los estados “clave” u oscilantes, McCain, el candidato republicano, no pudo asegurarse ni un solo voto electoral. Por si fuera poco, Obama ganó en los estados que otorgan los mayores votos electorales, es decir, California (55), y Nueva York (31), y solamente perdió en Texas, que otorga 34 votos electorales, y que como se conoce es un estado con tradición republicana. Los mapas electorales arrojan una tendencia clara. El voto demócrata se ubicó en ambas costas, en la este, vino por todo el atlántico, desde Florida, hasta Maine, ya bien en el norte, pasando por Nueva York, Massachussets y Washington capital, se internó hacia el midwest, pasando por Ohio, Indiana, el gran lago Michigan, Illinois (casa del senador Obama), y llegó hasta a Minnesota. Mientras que en la oeste, arrolló los tres estados de la misma, es decir, California, Oregon, y Washington e inclusive, la ola demócrata se dejó sentir en estados como Nevada, y Nuevo México, cercanos a California.

Por el contrario, el voto republicano se ubicó casi en toda la franja central de la unión, es decir, Arizona (sede de la casa de campaña de McCain, y que solamente otorga 10 votos electorales), Kansas (6), Oklahoma (7), Tennesse (11), Arkansas (6), Kentucky (8), Louissiana (9), Texas (34), Idaho (4), Dakota del Norte (3), Dakota del Sur (3), pero con excepción de estados como Colorado (9) y Nuevo México (5), mientras que en la costa este solo se adjudicó Georgia (15) y Carolina del Sur (8). Esta radiografía del voto republicano, muestra que los estados que se adjudicó, reparten pocos votos electorales, es decir el peso poblacional de los mismos es muy bajo, lo que significa que su diversidad poblacional es limitada comparada con la que existe en las costas de la unión. De esta forma se puede afirmar que el partido republicano, perdió en los estados claves u oscilantes (la mayoria de estados de la costa este, y del midwest), el voto citadino, es decir, el voto de las personas con cierta escolaridad, y relacionados más a la vida de las grandes ciudades (Chicago, Nueva York, Boston, Philadelphia, Cleveland, Baltimore, Indianápolis, Detroit), y por el contrario su voto se ubicó más en el sector redneck de la población de los estados llamados confederados, secesionistas, o del sur, como Kentucky, Arkansas, Alabama, Georgia, Carolina del Sur, y Tennesse. Estos estados, con poco peso en cuestión de votos electorales, demuestran que sus segmentos de población son mayoritariamente blancos, con baja diversidad en cuanto a grupos raciales tanto de inmigrantes (latinos, asiáticos, europeos) como no inmigrantes, con poca tendencia a la concentración en urbes, y con alta propensión a la vida en el medio rural. El voto en estos estados tuvo un margen en favor de los republicanos bastante amplio. De acuerdo con encuestas del New York Times, en Arkansas, Mccain superó a Obama con el 76% de voto ciudadano; este porcentaje representa inclusive un margen más amplio en favor de los republicanos que lo que este representó en la elección pasada, en donde Bush venció con un 55% al demócrata Jhon Kerry. Esta situación, sin duda esta vinculada a un voto de corte más racista, lo que hace ver que este gran segmento de la población que habita estos estados, poco propensos a cambiar su pasado republicano, se inclinaron menos por cuestiones de diferencia entre propuestas políticas, lo cual aun deja entrever que aun tienen bien arraigado su pasado esclavista.
La tesis del “voto racista” en contra de Obama, pesa más que afirmar que estos estados siempre han sido de corte republicano, ya que cuando Bill Clinton, nominado demócrata, ganó las elecciones en 92, un amplio sector de esta población en estos estados le favoreció con su voto, debido, entre otras razones, a que el Sr. Clinton es oriundo de Arkansas, contrario a lo que ocurrió esta vez, en donde Obama fue “castigado” por su descendencia y color de piel (En un reportaje del N.Y. Times algunos lugareños de Arkansas llegaron a considerar la negativa a tener a un musulmán como presidente, “I think any time you have someone elected president of the United States with a Muslim name, whether they are white or black, there are some very unsettling things,”, declaro el director de un banco local en Arkansas).

Con el ejemplo de los estados sureños, que incrementaron aun más el margen antidemócrata (racista) que lo que lo hicieron con Bush, se observan dos situaciones. Una, de polarización en cuanto a la actitud racial y política entre las costas y la mayoría de estados del centro. Y la otra, de aislamiento tanto de esos segmentos de la población (que una vez instalado Obama en la oficina oval, verán con recelo que un presidente negro-musulmán este “por encima de sus cabezas”) como del partido republicano, que ahora, su mayoria representativa en el congreso tiene como base el sur confederado, es decir, esos estratos de población. Esta situación convierte a los republicanos (y a una gran mayoría de su séquito de seguidores) en casi un “k-k-klan” que solo atiende demandas rural-regionales, alejadas estas de la lógica incluyente de las “democracias modernas”. En ese sentido, la polarización arroja que los racistas, ahora sean mas racistas, y que sus demandas, con un esquema analítico fuera del nuevo marco democrático, se tornen aún mas conservadoras. Porque una cosa cierta es que ahora el margen de debate tenderá a abrirse a cuestiones más progresistas que trascenderán más allá de las clásicas dicotomías, o los juegos de suma cero, que debates como el si o no al same-sex marriage arrojan.

Si comparamos la situación geo-demográfica del voto republicano con la situación del voto demócrata, será fácil entender que no por nada a este último se le denomina como progresista y de avanzada. Si bien puede entenderse al voto demócrata como un voto de izquierda, también entonces, entendiendo esta diferencia con los republicanos, puede entenderse al voto demócrata como un voto más liberal y tolerante. Aun así el voto demócrata que definió la elección no fue un voto de “tradición demócrata”, o de izquierda tal y como podríamos entender a la izquierda europea o latinoamericana, sino más bien, este fue un voto que reflejo en los electores una actitud antibushiana, y de necesidad de cambio, es decir, fue un voto de castigo, un voto de “cambio de opinión” cimentado en la interiorización de los problemas que una vida más urbana traen consigo, y que se traducen en una actitud “más consciente” de la realidad política del país (y con su justa dosis de fe y esperanza; valor en muy alto estima por el grueso de la sociedad norteamericana), que dicho esta de paso decir, se vio seriamente amenazada por la ultima crisis financiera. En esta forma de concebir el proceso político-electoral, se encuentra un buen numero de descendientes de inmigrantes de 2nda o 3ra generación provenientes de las 2 guerras mundiales, es decir principalmente europeos que llegaron a vivir en los estados de las dos costas de la unión y que en estas elecciones representaron, junto con sus linajes, gran parte del voto blanco que se adjudicó Obama (Es decir, de blancos que nada tienen que ver con el prejuicio racial), que quizá en periodos electorales anteriores habían apostado por las propuestas republicanas. De igual forma en este grupo se encuentran los asiáticos, y también hispanos (el voto hispano se incrementó 9% en comparación con la asistencia registrada en 2004, y en su mayoría se inclinó por la fórmula demócrata). De igual forma, los negros, incrementaron su grado de participación política, al ver en Obama una figura icónica, que por fin, después de que Martin Luther King fuera asesinado, les representa la disolución de sus frustraciones como sector social hasta cierto punto subalterno.

De esta forma, la figura de Obama representa el nuevo paradigma del poder del inmigrante en los Estados Unidos; poder que siempre había estado presente, al menos en las grandes urbes norteamericanas, y con un carácter más económico, pero que sin embargo no había trascendido a la esfera de la política de gran escala. De igual forma, el triunfo de esta figura expresa la diversidad cultural de la que ya no se puede escapar el vecino país del norte como nación y que se traduce en una indudable re-apertura de los valores liberales (tolerancia, respeto a las diferencias, mayor sentido de la igualdad económica) en la mayoría de los ciudadanos tanto de las metrópolis como de las ciudades pequeñas y algunos pueblos que no tengan tanto que ver con la franja poblacional redneck. En este sentido, no da igual que sea un republicano o un demócrata el que gane la presidencia, tal y como muchos lo plantearon al decir que de igual manera un republicano o un demócrata tendría que completar la misma agenda política y económica; efectivamente, una potencia como los EE.UU. tiene temas que son bastante claros y de interés común para la sociedad política (la doctrina Monroe por ejemplo), pero en el fondo, el triunfo de Obama, es en esta particular coyuntura, más funcional, para el reestablecimiento de las condiciones generales de acumulación capitalista, reestructuración financiera, y consenso político, tanto interna como externamente; Estados Unidos, dio la señal al mundo, de que una nueva forma de poder se avecina, una nueva forma de hacer política, una nueva forma de ser potencia; en ese sentido, no dió igual que ganara un negro hawaiano de 47 años hijo de padre kenyano, profesor de universidad y activista político, a que lo hiciera un viejo hombre blanco de 75 años, vinculado al pasado obscuro de la guerra de Vietnam, y con practicas tradicionalistas y conservadoras, ya totalmente disfuncionales a la situación de Estados Unidos como complejo social, en la que una nueva generación de inmigrantes ahora son mayoría y tienen el poder…
De ahí, la importancia de la participación ciudadana de todas las vertientes étnicas, de ahí la importancia del discurso de la refundación del sueño americano, de la participación de las mayorías, del respeto a las garantías individuales, del derecho al aborto, del derecho a los matrimonios del mismo sexo, es decir de la nueva funcionalidad del lenguaje liberal... Este nuevo referéndum, revitaliza a la sociedad civil y política estadounidense, y las prepara para lo que viene, ¿Quizás para un cambio más profundo? Aun no se puede afirmar con precisión, pero si los segmentos de la población redneck, siguen todavía cómodamente sentados en sus remolques, admirando sus venados disecados, limpiando sus armas, y preparando las próximas reuniones de la asociación nacional de rifles, poco a poco el nuevo sistema los irá aislando políticamente, en la medida en que son parte de una realidad diferente de la que ellos conciben, realidad que hoy más que nunca les abruma. En ese sentido, el triunfo de Obama es histórico, y aunque pudiera parecer que la agenda económica estará llena de dificultades, y muy serias, la expresión de la esperanza, que podrá ser muy cuestionada, sin embargo no subestimada, ni por el análisis político de la academia, ni mucho menos por el gobierno, es un síntoma inequívoco de que las cosas quieren cambiar.