martes, 16 de diciembre de 2008

Homenajismos



Durante el pasado mes de Noviembre, la atención de la agenda cultural en México estuvo enfocada de lleno en la celebración del 80 aniversario del escritor Carlos Fuentes. De esta forma, tanto intelectuales de diversos rangos, como políticos de distinta envergadura, y medios de comunicación, se sumaron a las masivas festividades.

Pareciera que, más allá de lo que representa un homenaje al escritor por su carrera literaria, el verdadero leit motiv para los que organizaron las festividades fue: “Vamos a festejarnos a nosotros que leemos a Carlos fuentes; Festejemos pues nuestros gustos exquisitos y nuestra refinada manera de entender la literatura”. En ese sentido, hordas de analistas y críticos literarios se lanzaron a los ruedos de las mesas de debates para mostrar y demostrarse a si mismos, el valor cultural (y por lo tanto, desde su perspectiva, extraordinario), que les representa leer la obra del escritor que pareciera, ya ni mexicano es, puesto que tiene ya mucho que ni vive en el país. De esta forma, la apreciación (o la “verdadera apreciación”, es decir, el juicio de los que “verdaderamente” entienden la complejidad de la obra literaria) por la obra de Carlos Fuentes casi esta reservada para un selecto grupo de personas que en muchos de los casos presentan un bagaje cultural que ha sido moldeado solo para acumular y acumular hedonismo literario, cultura por cultura, conocimiento por conocimiento (lógica que esta fuera de toda proporción del colectivismo y la funcionalidad social).

Este festejo desmedido expresa la necesidad creciente de un amplio grueso de los segmentos de las clases medias, medias-altas, y altas, de que alguien “externo”, es decir, alguien “que sabe más”, alguien que es “neutral” y que esta “ajeno a ellos”, les muestre “lo que esta mal”, lo denunciable, lo que hay que cambiar, lo que no marcha bien ni en el sistema político ni en el sistema de valores morales. En este sentido, la novela (y algunos ensayos) de Carlos fuentes, dicen los expertos, son hitos fundadores, revolucionarios, y reveladores de una realidad de la que nadie parece darse cuenta de. La clase política, por su parte hace oír su voz y escoge a quien se debe prestar atención, a quien se tiene que leer, quien debe ser la voz literaria vigente para todos: El presidente Calderón, en el marco del homenajismo a Fuentes, declaró que para todos los mexicanos, era casi una necesidad y una exigencia leerlo. (La novela Aura, otrora blanco de los ataques del ala más conservadora del PAN, ahora resultó ensalzada por el presidente de la republica, que a todas luces recibió apoyo en su campaña política de parte de Fuentes, que de paso esta decir, esto solo expresa que nuestro intelectual, se quedó en la época en la que el PRI era lo criticable, lo condenable, lo asqueroso, y lo detestable).

En ese sentido, los valores de la elite, sus hedonismos, y sus apreciaciones estéticas, se masifican, se interiorizan en el sentido común de principalmente, los estratos que se encuentran unos peldaños por debajo de ella. De esta forma, la necesidad por ensalzar a una figura intelectual, responde, además de a una celebración del gusto de la elite y de sus valores interiorizados en otros segmentos de clase y grupos sociales subsumidos a ella, a una carencia de la práctica analítica de los valores del sentido común de los mismos; es decir a una falta de entendimiento de la realidad de una sociedad que cada vez se torna más compleja y contradictoria. Por ello el voltear a ver a los intelectuales se vuelve una necesidad que permite en ocasiones una salida a crisis personales, que en última instancia son expresión de crisis sociales.

No dudo que las novelas de Carlos Fuentes sean buenas historias, que la narrativa sea excelente, y que los recursos literarios sean aun mejores, pero fetichizar estas historias como referentes obligados que todos debamos consultar para obtener un análisis objetivo de la realidad mexicana, parece erróneo. La cosa debería ser al revés: Analizar el discurso literario de Carlos fuentes, bajo el contexto histórico en el que surgió, bajo las coyunturas político-económicas, bajo los valores morales de la sociedad mexicana que influyeron al autor, bajo los grupos de intelectuales con los que se relacionó, y bajo sus pretensiones políticas, podría ser más enriquecedor. De esta forma leer a Carlos Fuentes como un referente obligado, no queda claro el porque y el para que es indispensable; más se explica esta “necesidad” a raíz de una expresión de hedonismo, de egoísmo intelectual, de celebración del gusto de ciertos grupos de poder y con cierta autoridad estética, los cuales son dueños de la palabra, y los cuáles, con su poder mediático y por ende político, dictan lo que esta bien y lo que esta mal, en este caso, en materia estética y literaria…

Hace falta una verdadera crítica a todos estos “referentes obligados”, a todos estos “hitos fundadores” de la novela latinoamericana, a todos estos Fuentes, García-Márquez, Paz, y demás, que se han convertido en autores obligados, los cuáles, para muchos, resulta en una falta grave si no se les ha leído, en una falta de “cultura”, y falta de gusto si no se les ha consultado. Hace falta una desmitificación de estos autores, de sus escritos, de sus pretensiones, y de lo que representan para la complejidad de las sociedades latinoamericanas, no desde una perspectiva homenajista, payolera y borreguista, si no desde una perspectiva verdaderamente crítica que tenga como fundamento el estudio del discurso literario a raíz de las coyunturas políticas en la determinación del proceder de los distintos grupos de intelectuales que coexisten en el complejo social.

THE MAN IN BLACK