martes, 10 de noviembre de 2009

Cuadros de transición: ¿derecha o izquierda?



Cuadros de transición: ¿derecha o izquierda?



¿Qué tan adecuado es pensar el mundo hoy entre derechas e izquierdas? Es decir, a veinte años de la caída del muro de Berlín y la caída de lo que significo el socialismo que tienden a llamar “socialismo real” ¿podemos decir que realmente hubo un ganador, en este caso la derecha? Y aun así, como algunos llenos de emoción aseguran “gano” EE.UU. ¿podemos entender al mundo hoy como un mundo de derecha?



Me sospecho que no es adecuado pensar al mundo hoy de esa manera. Quién representa la derecha y quién la izquierda. No podría decir que todo ese inmenso conglomerado de símbolos y representaciones este muerto, o que no se manifieste de algún modo dentro del actual contexto histórico. Tampoco puedo decir que el capitalismo continúe funcionando como lo entendíamos hace 20 años al menos.



Mi percepción es que hay una transformación en muchos órdenes de lo social en su acepción más amplia. Esta transformación no es novedad para muchos, tiene que ver con el transito a una modernidad distinta, más compleja; algunos teóricos le han llamado modernización reflexiva, segunda modernidad, modernidad postindustrial, etc. El proceso histórico en su etapa actual ha transformado –por así decirlo- la naturaleza de la modernidad y en particular de las sociedades modernas industriales. Me refiero a que lo que dio especial distinción durante las últimas décadas a la modernidad y el fundamento de los Estados-nacionales fue su aspecto económico. Claro sin olvidar la mancuerna política cuyo modelo político más compatible lo conocimos como democracia.



El problema hoy es la orientación que tiene la política y la economía, en tanto que ya no funciona bajo los supuestos de la modernidad tradicional. La actual modernidad es contingente, ambigua, genera incertidumbres, pues aquellas expresiones que daban sentido el día de hoy enfrentan una difícil situación de legitimidad. La fe en la ciencia, en la fortaleza del Estado e inclusive en la religión, el día de hoy no contribuye a proporcionar seguridad, certezas, protección.



Todo proceso histórico es paulatino, la etapa actual es dinámica y acelerada, pero aun así estamos en el comienzo de la transformación sustancial de las sociedades. Lo característico del momento es la dualidad de todas las expresiones humanas, el acento en la dualidad de los fenómenos y por tanto en la incertidumbre, que es uno de los rasgos que conlleva este transito; otro de los rasgos más importantes es la intensa comunicación entre sociedades, la interacción y transferencia de información y capitales es lo que le imprime el carácter dinámico a la modernidad. La intensidad de las comunicaciones y el desarrollo de relaciones posibilitado por las tecnologías permiten un flujo inmenso de información que crea, dado su volumen y complejidad, desorientación.



Los gobiernos que funcionan, en mayor o menor medida, bajo el sentido de la unidad nacional, con límites geográficos, políticos y económicos establecidos, se enfrentan a un reto harto complejo. Naciones como las latinoamericanas y en este caso México se debate en la incertidumbre del “qué hacer” cómo operar y qué esperar. Dadas las historias políticas y jóvenes biografías nacionales, así como la evidente lucha política intestina por apoderarse del aparato Estatal y el uso de la violencia legitima, han producido un fenómeno peligroso, pues los grupos políticos y las alianzas responden imperiosamente al interés de la alianza política entre las clases privilegiadas. La estratificación social que se ha tendido a ampliar de manera dramática en los últimos treinta años ha provocado un fragmentación donde los distintos estratos y clases buscan su muy particular bienestar; lo anterior sonaría muy lógico y poco polémico sí la estratificación fuese minima, pero cuando esta tan fraccionada como la actual, conduce a un desorden e ilegitimidad enorme.



Las representaciones sociales con las cuales se le identificaba y descalificaba al otro, ya fuese de derecha o de izquierda, al día de hoy son una farsa, un mal chiste que busca justificar la persecución del interés egoísta de clase, grupo o camarilla. El populismo, si, es dañino, esta fijado por defaul en México dentro de su triada partidista y sus partidos políticos mercenarios que con tal de sobrevivir se valen de extensas y creativas estrategias que en nada producen un bienestar social.



Lo más dramático y preocupante de todo esto, es el empeño absurdo del Gobierno federal y régimen político, de fundirse con una doctrina política neoliberal que ha provocado el estancamiento político, económico, intelectual y social que vive el país. Beneficios marginales y el culto a la personalidad, al negocio más lucrativo y el olvido de la responsabilidad social, son el día de hoy el canon que rige al éxito y la distinción dentro de la amplia estratificación. ¿Qué sucede cuando la estratificación se rige por pautas de éxito anomicas, que sólo refuerzan la cohesión entre grupos muy pequeños? Pues se suscita la descomposición social, la anomia; no se refuerza el tejido social, éste esta sostenido por aspectos muy endebles de solidaridad y cohesión. El sentido y la certidumbre es el gran ausente, la sensación de desesperación y ansiedad el pan de cada día.



La violencia en sus diversas manifestaciones, en conjunto con una endeble salud publica y la pauperización de las clases medias provoca caldos de cultivo de los cuales no hemos de sorprendernos por las amargas experiencias que de ellos podemos experimentar. La descalificación, el entender el mundo de manera bipolar, es el día de hoy inútil, pues esas expresiones se han transformado y no hemos tenido la sensibilidad, ni agudeza intelectual de saber cómo cambiaron y qué emergió de ellas. Estamos sumergidos en la desgastante batalla de lo inmediato, de la sobrevivencia, de la improvisación, del rumbo perdido, de la metáfora y la utopia individual.



La solución debe comenzar por la responsabilidad, social, personal y económica. Debe iniciar con simples aspectos de convivencia y respeto, de propiciar espacios libres de violencia negativa. De sustituir el oportunismo por la oportunidad, por la individualidad que reconoce su integración social.



INKEN DEAN


(DAHC)


Noviembre del 2009

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