lunes, 14 de diciembre de 2009

El Triple Play: LyFC, El Gobierno y La Iniciativa Privada.


El presente escrito tiene como propósito reflexionar sobre algunos aspectos del complicado clima que existe en México en su sector energético y de telecomunicaciones. Quiero hacer aquí la precisión que la participación de los medios de comunicación ha propiciado un halo de dramatismo que da lugar a cualquier expresión de exacerbación, fetichización y alarma. Otra de las precisiones que hago antes de entrar de lleno al tema es decir que para el publico, usuarios más comunes los consumidores finales y sociedad civil en general, es necesario contar con varias opiniones, asumir las cosas con sobriedad y critica; que no nos conduzca a acciones desesperadas ni a creer fielmente en el orador, politiquero o líder de opinión publica o mediática que se nos presente y pretenda ser nuestro gurú, que ayudará a enfrentarnos a las amargas y dramáticas situaciones que acontecen y son exacerbadas por negocio mediático de alguno de los grandes grupos.



Es de entenderse que todo este asunto de LyFC y la ahora tan mentada competencia en telecomunicaciones tienen niveles, esta estratificada y la información a la cual podemos acceder es un tanto desorganizada y confusa. Todos toman parte de uno u otro bando, todos creen verse agredidos profundamente por algo que vio en TV o escucho en radio o bien leyó en el diario de su preferencia. Hay que tener cuidado de no ser arrastrados por el comentario del especialista o “del que sabe”, siempre hay que guardar una posición de duda y reserva, saber que opinan los demás. Finalmente si esto se trata de bandos, los que salimos perdiendo siempre somos nosotros, lo que leemos éstas líneas, la sociedad civil, el publico más común, aquel que no tiene el gran capital, ni es empresario “exitoso” en los términos del mercado y la doctrina neoliberal.



En México existen rezagos y asuntos estratégicos sin concluir desde hace al menos 27 años. Las transformaciones de las estructuras políticas y de gobierno, introdujeron a México en un complejo debate sobre la reformulación del Estado, claro que es necesario cerrar ciclos y situaciones del pasado, para un mejor futuro, pero esa expresión de “futuro” debe de ir acompaña de un mejor futuro juntos, no de un mejor desarrollo económico en el futuro, pues nunca queda claro el desarrollo de quien, pues, al menos de la sociedad civil en su conjunto no lo ha sido desde la década de los ochenta. Entre uno de tantos rezagos esta el tema estratégico ,por cierto, de la energía, a estas alturas de la modernidad es claro el papel que juega la energía, la generación y distribución de la misma; aunado a ello están las telecomunicaciones, que le otorgan su carácter esencial a la coyuntura histórica que vivimos, la cual se le puede llamar globalización.



Ambos son un tema muy interesante e importante para todos los estratos involucrados. Para las empresas y el capital es un bastión importantísimo pues representa un negocio redituable, de primera necesidad y con un futuro igualmente luminoso e imprescindible, el hacerse de un espacio en el corpus de este fenómeno es de primera necesidad. Desafortunadamente los que menos tienen ingerencia en las decisiones sustanciales, al menos en México, es la sociedad civil, los ciudadanos comunes. Las grandes decisiones le corresponden a un conjunto de plumas clave y seres oscuros. La información y los actos que en la cúspide de la pirámide se generan, tardan en llegar y ser conocidos por todos. Se esperaría y es aquí el momento coyuntural y clave del actual gobierno del presidente Felipe Calderón, para realmente obrar como se tiene que obrar, con equidad y principal atención al ciudadano común-usuario final, que se vea favorecida la sociedad, no únicamente la sociedad capital, que en las ultimas décadas ha sido la principal beneficiaria.



Las conclusiones y opiniones más profundas y dramáticas que podamos encontraros hoy son todas ellas prematuras, aquí hay un asunto que es muy grande, complejo; esta tomando su curso, lo más usual que se puede hacer aquí es especular, pero no es malo el hacerlo, siempre y cuando cumpla con ciertos aspecto, entre ellos: moderación y no busque exacerbar de manera absurda y alarmista al que lo lea. La desaparición de la paraestatal (LyFC) y su sindicato (SME) no es un tema que fuese nuevo y que los trabajadores y administrativos de la empresa fueran ajenos a ello. En repetidas ocasiones durante varios años se hablo de la necesidad de acabar con la paraestatal y terminar con los privilegios del sindicato –léase con los abusos de sus lideres y personajes más oscuros, no con el trabajador más sencillo que gana lo básico- lo que siempre estuvo presente y no sólo con el SME fue en terminar con los abusos y que se apegaran a las directrices técnicas y administrativas. Cosa que por largo tiempo no fue así, y no por que fuese de su inmediata ingerencia, aquí los malos no son los trabajadores, son los líderes del sindicato y las autoridades a nivel federal y administrativo que tuvieron parte en todo esto y por una u otra razón secreta, velada o entre despachos no se llevo acabo como se debió. Fue un bastión político para los corruptos: gobernantes, políticos, empresariado, partidos políticos de toda extracción y de toda ideología. El mercado electoral y de partidos políticos siempre estuvo presente durante toda la existencia de la paraestatal.



Se desapareció esa empresa no sólo por la mentada “eficiencia” y lo oneroso que era mantenerla, no, hubo una serie de razones desde las más legitimas hasta las más oscuras –claro esas no figuran para la opinión publica, hay que mantenerlas en un perfil muy bajo- para hacerlo. Obvio los que siempre quedaran más expuestos serán los sindicatos, y que gracias a la doctrina neoliberal que ha ayudado a caracterizarlos dentro de la opinión publica como un mal mayor que hay que desaparecer, éstos no cuentan con la completa aprobación o simpatía de la población y mucho menos de las empresas, les imponen aun rastros de compromiso social. Pero lo que esta mal no es el sindicalismo, sino sus dirigentes corruptos, las practicas charras y las practicas ilegales que hay al interior de ellos. Ojo no porque tengan procedimientos democráticos en lo teórico, en cuanto a formas y modos en la superficie, lo sean al interior, buen ejemplo de eso es la democracia que vive México en la actualidad.



Hay que tener en cuenta que aun le restan tres años de gobierno, al presidente en funciones y a toda su camarilla de amigos y gente de primer orden que operan el sistema político del cual somos receptores de sus políticas publicas y movimientos más audaces. Tres años que no están exentos de escándalo, de rivalidades, de presiones electorales y negocios para retirarse de forma más que decorosa a la vida pospresidencial. No es difícil imaginarse que el presidente necesita hacer sus cambios y tomar sus previsiones para llevar acabo su agenda política, que no necesariamente ésta empata con la agenda social de los ciudadanos y mucho me temo que convive mejor con la agenda empresarial y de negocios.



A lo anterior hay que sumar un momento coyuntural que vive México y es la adaptación e incursión a las nuevas tecnologías, afines todas ellas a los temas energéticos y de telecomunicaciones, México necesita sujetarse, profesionalizarse y otorgar mejores garantías de operación y desarrollo tanto técnica como principalmente administrativamente. Es en éste particular punto donde éste país vive sus peores carencias, en el desempeño administrativo, en el servicio publico que muy pocos se toman enserio y los marcos regulatorios y acuerdos son más un bonito referente de lo que debería de ser y hasta donde renegociar y hacer flexible los marcos legales, administrativos, las acciones del gobierno, del capital y la sociedad civil. Estos dos últimos no son una misma cosa. El capital opera bajo otras prioridades menos éticas y morales.



No hablo de que México no tenga capacidad para producir energía o no tenga tecnología, o pueda operarla, eso esta ahí y es posible. Muestra de ello es el triple play y la competencia que sostienen varias empresas por la licitación de fibra óptica de CFE para transmitir video, audio y datos. La capacidad esta probada, el problema son las condiciones, el marco jurídico y las reglamentaciones con las cuales se operaría en este sentido. El aspecto administrativo, político y comercial es el principal problema, no así la capacidad técnica u operativa del sector. México no ha sabido adaptar estas dos cosas. Es un momento en el que se deben hacer readecuaciones, integrar tecnologías y propiciar condiciones de desarrollo social en términos generales, no sólo de empresas y mercados. De este asunto se han agarrado los defensores y sindicaleros del SME, además de intelectuales. Que todo éste asunto tiene que ver con el negocio de la fibra óptica, no es verdad, aquí hay matices, claro que es uno de los puntos que mayor atención merece de todos los sectores, claro que si, pero LyFC no desapareció únicamente por eso.



Desafortunadamente las tecnologías de punta son manejadas por cuasi monopolios, la envergadura de este asunto y las practicas históricas al respecto, sólo dejan lugar a los grandes para disputarse éstas, entre países y entre regiones del mundo el tema de los cuasi monopolios que buscan constantemente asegurar la acumulación de capital, llevan acabo una serie de practicas políticas, de cabildeo y disuasión muy turbias, los gobiernos y políticos siempre están involucrados, ofrecen protección, esto no es un tema nuevo, así funciona la economía-mundo capitalista. Sistema que opera de una manera muy poco equitativa, no es tan legal como se esperaría que fuera y claro el beneficio de todo esto no es para los ciudadanos comunes.



Claro algún beneficio reciben, pero son dimensiones muy distintas entre los beneficios que percibe el usuario común y las que percibe la gran empresa y los gobernantes. Ambos liquidadores del Estado-social como lo conocimos en décadas pasadas se enfrenta hoy a una reconfiguración que no queda claro cómo llevarla acabo, sin embargo entre el caos, los combates y las opiniones contrapuestas hay ganancias y acuerdos entre los hombres del dinero y los gobiernos en turno. Aun falta mucho por ver, el gobierno del empleo, las oportunidades y el combate a la pobreza tiene formas ridículas y populistas como de las que acusan a sus detractores, con las que actúan. Aun creen que la vieja retórica derecha-izquierda les dará legitimidad y los sacara del problema en el que están metidos, esos son sólo llamaradas de petate. En efecto, hay que terminar con muchas expresiones nefastas y parasitarias de las empresas paraestatales, hacerlas eficientes, que operen apropiadamente, que remuneren a su burocracia y permitan una forma de vida digna. La empresa paraestatal es vital y necesaria para el Estado, pues ésta tiene un propósito distinto y útil; diferente al de la empresa privada, las lógicas de operación y resultados no son las mismas. Pero siempre es posible readecuar y reestructurarlas. La empresa pública tiene un compromiso social, la empresa privada no, pocas veces esta obligada a cumplir con ello.



No es justo decir, para todos esos entusiastas del libre mercado, amantes de los corporativos y el capital más rampante, de la tecnocracia en su conjunto, decir que no se necesita Estado, empresa pública, burocracia, etc.… pues de todas ellas, se han servido los empresarios, los corporativos y las grandes firmas. Es ridículo pensar en un libre mercado, nunca ha existido tal cosa, es sólo una expresión que busca justificar ciertas prácticas y hacerlas pasar como legitimas frente a la opinión publica. Hay que trabajar en forma conjunta, hacer al capital responsable socialmente, hacer a la burocracia y a los políticos, representantes auténticos del servicio público. Es necesario que la sociedad civil no sea pasional y quiera extinguir violentamente lo que no le agrade o le hagan creer que va en contra de su persona.



El Estado mexicano debe cambiar, pero no es responsabilidad exclusiva de unos, es de forma conjunta. Todos los estratos deben de transformarse y ser trastocados, no continuar con el absurdo de la ganancia, de ese pragmatismo individualista, utilitario de corto plazo. Los individuos deben reconocerse como parte de una sociedad, no como agentes reducidos a su expresión más economicista y fetichizada.



INKEAN DEAN Invierno de 2009


(DAHC)

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