miércoles, 30 de diciembre de 2009

Sobre la religión, la democracia y la cultura cívica en México



Me encontraba leyendo la siguiente frase “en ninguna de las democracias avanzadas la religión juega un papel significativo en la esfera cívica” posteado en una de las redes sociales conocida como Twitter, el Warpig usuario de la red posteaba tal frase correspondiente al articulo de Sergio Aguayo Quezada en el Periódico Reforma del día 30 de diciembre del año aun en curso y que esta próximo a terminar.

Parte de la idea del artículo es enunciar tres cosas que funcionan mal en México, por tal motivo son parte del enorme fenómeno que representa la democracia contemporánea. La cual tiene toda una serie de representantes en diferentes ámbitos, desde los transicionistas en México, los neoliberales, los “progresistas”, etc.… hay tantos grupos de intelectuales y gente involucrada que lo hacen un fenómeno aun más complejo. Y lo es en dos sentidos, tanto en el local o intrínseco, propio de una nación, del proceso histórico que ha sufrido (en este caso México) y otras sociedades con semejanzas; y por otro lado tenemos el momento histórico mundial que podríamos entender como un factor extrínseco, que afecta en determinada medida a todos. Ambas cosas actúan sobre democracia y la entrevelada cultura política que aquí se quiere hacer mención , de antemano sabemos que la mexicana es precaria y poco ilustrada en los términos de las democracias desarrolladas, cosa que no deja de hacerla interesante y pertinente de ser estudiada.

Sin embargo el señor Aguayo pone sobre la mesa tres aspectos que a él lo tienen muy molesto, le incomodan pues, son tres factores que lo inquietan: Felipe Calderón, La triada partidista y la Iglesia Católica. Enemigos del libre pensar y se entiende aquí enemigos de la democracia. Considero que en efecto son enemigos de la democracia, pero no por los motivos que el autor menciona.

Antes de continuar quiero hacer una anotación que puede ayudar a la reflexión del tema. En México la maduración y aun la formación de la sociedad civil no se ha desarrollado, aun es endeble y no termina por cuajar, no sabemos bien como interpretar eso que llamamos “sociedad civil” es un conjunto bastante amplio de individuos, grupos e intereses que están en juego y por ningún motivo existe una homogeneidad, ni gozan de capital, oportunidades, educación, ni recursos intelectuales o culturales semejantes o equilibrados. Las sociedades latinoamericanas son inmaduras, en particular la mexicana es muy distinta históricamente y socialmente de las demás, es un caso particular, no es adecuado entenderla en los términos que las otras. La sociedad mexicana esta muy estratificada, lo cual conduce ya de por si a una transición accidentada, difícil o a un entendimiento precario de lo que la democracia es y representa. La lucha por el dominio y control del aparato estatal, ha conducido a una lucha exacerbada por el monopolio de la violencia legitima, lo cual deja a las formas y procedimientos democráticos en una etapa muy endeble y posiblemente fugaz.

Claro que es deseable una democracia ilustrada, que otorgue igualdades y ordenamientos claros. Que ofrezca certezas y propicie una calidad de vida decorosa, así como una economía que remunere a los distintos estratos del país. Sin embargo esto esta un tanto lejos de ser posible.

El autor nos habla del trabajo de Miguel Bazañes quién dirige el Instituto de Cambio Cultural en la Universidad de Tufts en Boston. Lo cual no esta lejos de lo que desde la década de los 50´s y 60´s hacían; en particular Almond y Verba, su obra más reconocida llamada Civic Culture, que después conoceríamos aquí con el mote de cultura política y que trae consigo todas estas teorías sobre la hechura, aplicación y desarrollo de políticas publicas, una respuesta que intentaba ser la alternativa a las tesis marxistas y pretendía explicar científicamente el sistema de valores que compartían las sociedades, la estima, el conocimiento y las expectativas de los ciudadanos sobre su sistema político y la democracia. En ese estudio por motivos de presupuesto estuvo incluido México, como parte de los países que se usaron como muestra: Estados Unidos, Inglaterra, Italia y Alemania. Sin embargo y por razones que desconozco no esta incluido México en el trabajo que realiza el señor Bazañes con su idea de que la “cultura importa” (Culture Matters). El argumento es que en las culturas existen dos sistemas de valores ideales. Uno los valores que propician la democracia y dos, los que no lo hacen. Con esto Aguayo intenta explicarse por qué la transición a la democracia no se ha concretado en México.

De 25 factores que componen el trabajo que viene realizando Bazañes, Aguayo toma 3, los que según él explican la carencia de una cultura que propicie la democracia en México. He de hacer notar que existe un abanico enorme de factores que actúan en contra de la democracia en mayor o menor medida y estos son matizados por las sociedades, la cultura y los procesos históricos que han vivido; y que en general la democracia en el mundo se encuentra sostenida bajo una muy delgada y tenue línea. Es decir, no existe una democracia real en el mundo, son patrones de conducta, procedimientos y formas, conjuntos de valores sostenidos en periodos de tiempo considerables los cuales otorgan o posibilitan condiciones de vida apegadas a lo que entendemos por democráticos, en todo caso hay poliarquías –consultar a Robert Dhal-, pero bueno, no nos desviemos del tema.

Dentro de los tres factores que ayudan a Aguayo a sostener su hipótesis se encuentra en primer lugar: La inpuntualidad, él dice que los mexicanos carecemos de puntualidad y los aspectos de tiempos y horarios fijados, no nos ajustamos a ellos, cosa que se puede ver reflejado en las acciones –pone él como ejemplo- de los perredistas y su impuntualidad en más de una ocasión y asunto. Si el propósito aquí es el de tener humor, bueno, su ejemplo es graciosito e irónico. Si de otro modo tiene un matiz de seriedad y cientificidad pues creo que nos hace falta una explicación más sustancial. La impuntualidad, los fenómenos del tiempo y la sociedad son complejos, pero amalgamándolo con su segundo punto, los tiempos y la puntualidad son parte de un sistema económico que compone procesos de distintas índoles, mientras más sofisticados, diferenciados, especializados, rigurosos o exactos tengan que ser, esos procesos impactaran las actividades y la cotidianeidad de la sociedad civil, es decir afectara su cultura en la manera como se relacionan los individuos entre ellos mismos y con las cosas.

México por más que lo deseemos no tiene un desarrollo, especialización o diferenciación en sus procesos económicos, productivos y financieros como lo tiene Inglaterra, Alemania o los Estados Unidos, y aun así, no se explica por éste motivo que la democracia no funcione o se vea frustrada. Haciendo alusión a que la democracia no es una receta estricta por la cual los países y sus sociedades deban transitar (todas) por el mismo camino, es absurdo pensarlo de ese modo. Ya cometimos ese error en décadas pasadas y los desarrollismos no explican ni nos dan la solución a los problemas que enfrentan distintas sociedades que pretenden transitar por el sendero de la democracia.

Aun así, el tema del tiempo es complejo y socialmente todas las naciones tienen distintas formas, mediciones y referentes que explican sus contextos, los cuales son múltiples, hay que ser cuidadoso, no hay que simplificar de esa manera y decir que la inpuntualidad afecta la democracia, sin duda es un defecto que hay que extirpar, sin embargo hay que se cuidadosos. Es como decir que la especulación afecta la democracia y en México hay mucha y muy nociva, pero hay que matizar.

El segundo de los factores a los que refiere Aguayo es la competitividad, en distintos aspectos, sí hay competitividad existe, pues, una “cooperación” entre los competidores para hacer lo mejor, pues éstos se ven orillados a hacerlo de tal modo que la competitividad nutre a la democracia. La competencia electoral, quiero pensar que a eso se refiere, favorece a la democracia. Pues sí es de éste modo y aun sí también estuviera hablando el autor de una competencia en términos económicos, no estoy de acuerdo del todo con esta idea. A la idea de que la competencia electoral beneficia a la democracia yo diría que no necesariamente, si bien debe haber condiciones en las cuales se aspire a ocupar un cargo y que el mejor de los aspirantes fuese el que obtiene tal puesto, sería una idea con cierta coherencia, sin embargo no es así.

Como ya lo apunte líneas antes, México se encuentra en una competencia exacerbada por el control del aparato estatal, lo cual lleva a los partidos políticos a luchas encarnizadas para obtener el control y los beneficios del puesto, no necesariamente porque sean los más adecuados para ocupar tal cargo. De esto ya hemos tenido bastante en al menos los últimos 27 años. No hace mucho nos pudimos dar cuenta que la competencia y el tratar de ofrecer lo “mejor” para la democracia, llevo a un delegado imbecil y corrupto (Juanito) a ocupar una de las delegaciones más importantes, pobres y con mayores recursos del presupuesto federal: Iztapalapa. Es evidente que el señor Juanito, el Partido del Trabajo y una tipa sospechosa de apellido Brugada, bajo el padrinazgo del extraño “adalid” de la patria AMLO hicieron una competencia y campaña electoral un tanto sucia, en la cual se terminaron burlando de la sociedad civil, todo por “el bien de la democracia y el pueblo”.

Aun sí fuese el tema de la competencia por el lado económico yo diría que esto esta lejos de ser así; en los Estados Unidos la competencia ni es perfecta, ni todos los competidores gozan de la misma información y oportunidades, no existe un libre mercado, ni es en los términos como la tecnocracia y sus cuestionables doctrinas lo quieren hacer ver. Por ejemplo, no nos hemos dado cuenta que las doctrinas neoliberales desde 1982 no nos condujeron a la riqueza y al crecimiento económico que prometían los desarrollistas en todo el mundo y que la clase política mexicana se tatúo tales doctrinas ¿no ha sido desde entonces el periodo de tiempo con más crisis y devaluaciones que ha sufrido el país y la calidad de vida de los mexicanos? Tal vez algunos bendecidos y buenos protestantes trabajadores que prosperaron y obtuvieron la buena venia de Dios puedan atacarme con furia y me gane su odio, pero ¿en términos generales no tenemos a más de la mitad de la población del país jodida o como les gustan llamar en los noticieros “en algún nivel de pobreza”? Ojo, la competitividad en estos términos no ayudará a la democracia, habría que hablar en qué sentido debe haber competitividad y qué podemos entender por tal cosa.

El tercero de estos elementos es la relación Iglesia-Estado, de donde surge la frase que antes mencione y que hace notar que en ninguna democracia avanzada la religion juega un papel significativo en la esfera cívica. Pues creo que nos debe decir el señor Aguayo y los de Culture Matters cuales son esas democracias o sociedades, porque hasta donde se el tema de la iglesia o religiones es importante para toda sociedad y esfera cívica, más aun en el contexto de los estudios de cultura política que se tocan aquí. Un ejemplo y en un país con una “democracia avanzada” como lo es EE.UU. el tema de la adscripción religiosa no es un tema menor, no hay un solo presidente en los Estados Unidos que haya sido agnóstico. Ni que decir de los últimos problemas que tuvo el presidente Obama por declaraciones de corte racial o las que lo llevaron a separarse de su iglesia y entrar en polémica con su antiguo pastor; mucho menos lo que sucedió con su antecesor G. W. Bush.

En los EE.UU. la política y la religión conviven muy de cerca, que se quiera interpretar de otro modo la cercanía de sectas, religiones, creencias y figuras político-religiosas es cosa que no debe engañarnos. Pues todos los movimientos sociales y civiles en los Estados Unidos y particularmente los de las comunidades afroamericanas tienen siempre un pastor o una figura espiritual involucrada. Claro en todas las sociedades tienen expresiones distintas, pero si que están presentes, habría que ver el caso de Italia, España, Inglaterra, Francia o Indía y las declaraciones o posturas que se asumen bajo éste aspecto.

Que es nocivo que gente perteneciente a la iglesia tenga una ingerencia importante en las acciones de los gobiernos y representantes políticos, si lo es, y habría que acabar con ellos, por cierto, cosa por demás complicada. En un país donde siempre han tenido una unión cercana como es el caso de México, resultan clave estas relaciones en muchos aspectos para la iglesia católica y un negocio importante para todas esas sectas protestantes y de otras índoles. Cuestión peligrosa, pues determina muchos de los valores y patrones de conducta bajo los cuales se conducen los ciudadanos o la esfera civil, más en un país con “minorías” étnicas bastas, con experiencias históricas y transiciones identitarias inconclusas. En efecto no ayudan a que cuaje un proyecto democrático en los términos que se ha querido implementar en México.

Pero tampoco podemos descartar que existan experiencias que propicien lo contrario. Es un aspecto que habría que revisar con detenimiento. En centro America existen muchas experiencias distintas tanto religiosas como políticas en este sentido. Finalmente no hay que olvidar que la iglesia es una sociedad civil dentro de una sociedad civil, la religión es una expresión política sustancial e intrínseca de toda sociedad desarrollada o no.

Me parece que los elementos que el señor Aguayo anota en su columna del periódico Reforma deben ser explicados con más detenimiento. Pues leídos de ese modo sólo conducen a conjeturas simplistas y peligrosas.

Sobre el articulo de Sergio Aguayo: www.sergioaguayo.org/articulos/2009/Aguayo_Piel_de_leopardo_30_12_09.pdf

Gracias por su tiempo.

INKEN DEAN

(DAHC)

Invierno de 2009

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